Las Pas y el perfeccionismo tóxico

No temas a la perfección, nunca la alcanzarás.

Salvador Dalí

Mi madre me contó que cuando tenía cinco años fue a buscarme a la escuela y se extrañó al ver que salían todos los niños menos yo.

Así que fue a mi clase y allí estaba la profesora recogiendo y yo que no me había movido de mi pequeña silla, con mi uniforme gris intentando perfeccionar una y otra vez el dibujo de una mariposa que habíamos hecho ese día.

La profesora le dijo que lo iba a pasar mal en la vida con ese perfeccionismo.

Y a ver, la mujer tenía razón…y no la tenía al mismo tiempo.

Tenía razón en parte.

Esta escena que he descrito es muy típica de una niña con alta sensibilidad o PAS con alta capacidad que estaba en el momento de que la enseñasen que el perfeccionismo bien llevado no tiene por qué ser malo.

(El perfeccionismo en las PAS con alta capacidad tiene unas particularidades que no tiene el de las PAS sin AACC así que hablaré de ello en otro post)

Bueno.

Tampoco culpo a mi madre ni a la profesora de no haber sabido que hacer con mis tendencias perfeccionistas, claro. Si hubiesen sabido que hacer para ayudarme lo hubiesen hecho, no me cabe duda.

Pero sí que es cierto que el perfeccionismo me ha supuesto un freno en muchos sentidos, igual que lo puede ser para ti si no aprendes a manejarlo bien.

Cuando las Pas hablan de perfeccionismo me da la sensación de que lo hacen (y yo probablemente hace años lo hiciese conmigo misma también) como una cruz que les ha tocado cargar.

Como una lacra que viene en el lote de ser altamente sensible y que te impide hacer cosas más o menos importantes en tu vida.

Dicen cosas como” no hago X porque es que soy muy perfeccionista”….

Y bueno.

Las tendencias perfeccionistas que traemos de natural algunas personas como las PAS están ahí por algo, y tienen una función que no es la de amargarnos la vida.

Así que quizá todo este dilema del perfeccionismo vaya no tanto de eliminarlo (como los seres humanos pretendemos hacer con todo lo que no nos gusta o nos molesta) sino de conocerlo bien y ponerlo a tu favor.

Un antídoto bueno para el perfeccionismo es que te de PENA de ti mism@, de todo lo que te estás perdiendo por esas ideas estúpidas de una supuesta perfección.

Y también que te de rabia. Y que utilices esa pena y esa rabia como motor para hacer cosas aunque las hagas imperfectas.

Y para conseguirlo es importante que te des cuenta de la vida que te está robando.

De que cada vez que no haces algo medianamente importante en tu vida por ese supuesto perfeccionismo tu vida está parada mientras el reloj sigue corriendo.

Puedes darte cuenta del tiempo y del enorme gasto de energía que empleas cuando pretendes hacer las cosas perfectas. Y ver si realmente te compensa.

¿Prefieres no conocer nunca el amor, porque nunca vas a encontrar a nadie tan perfecto como esa idea de pareja que tienes en tu imaginación? Vale.

¿Prefieres no intentar nunca escribir ese blog, ese libro que siempre has querido escribir porque nunca ves el momento de hacerlo perfecto? ¿prefieres quedarte observando como lo hacen otros y pensando que tú lo podrías hacer mejor si te pusieras? Vale.

¿Prefieres no enseñar al mundo lo que sea que tienes para mostrar porque AÚN no está perfecto, porque aún no estás lo suficientemente preparad@? Vale.

¿Prefieres no empezar ese proyecto o negocio, con el que siempre has soñado por si no te sale perfecto, por si fracasas, por si al final resulta que es verdad, que no tienes una verdadera pasión y que no vales en realidad para nada? Vale.

No sé tú, pero a mí me dan tanta pena las oportunidades que he dejado pasar en nombre de un perfeccionismo ridículo que prefiero darme la oportunidad de hacer las cosas decentes, pero hacerlas.

Porque para poner el perfeccionismo a tu favor, también tiene que llegar un momento en el que te canses de ponerlo como excusa para no llevar la vida que quisieras.

Y es que el perfeccionismo, por lo menos para las PAS, tiene mucho que ver con el CONTROL, con esa quimera delirante de pensar que podemos controlar al cien por cien cómo van a salir las cosas, como van a reaccionar los demás, como nos vamos a sentir nosotr@s, lo cual es casi tan ridículo o más que el perfeccionismo en sí mismo.

Así que para no dejarte arrastrar por el perfeccionismo y el control estúpido puedes empezar a ver tus errores como algo bueno, en vez de como algo a evitar.

Puedes verlos como una señal de que estás haciendo, de que estás progresando, de que estás en la vida, y no en la mente y premiarte por ser un hacedor en vez de un pensador paralizado por la idea de la supuesta perfección.

Porque al contrario de lo que nos inocula la autoayuda tóxica los pensamientos si no haces nada con ellos no dejan huella en el mundo.

Por muchas visualizaciones que hagas y muchas buenas ideas que tengas si no las pones en práctica en la realidad se quedan en eso, en ideas, en humo que no tiene ninguna repercusión ni en tu vida ni en el mundo.

Y porque la vida está afuera de esas historias que te cuenta tu mente.

Y el verdadero riesgo está en no hacer nada.

En no arriesgarse a equivocarse, en no intentar hacer las cosas incluso algo cutres si es necesario.

El riesgo está en que se te pase la vida con la sensación de no haberla vivido, de no haber dado lo mejor de ti, de no haber aprovechado tu tiempo.

Y es que si te dejas paralizar por el perfeccionismo nunca sabrás que hubiese pasado si hubieras empezado a dar pasos, si te dieses la oportunidad.

Porque la vida te va a sorprender cuando empieces a sembrar mediante acciones. Y porque el camino como decía el poeta Machado se hace al andar.

Así que vive.

Date oportunidades.

Te espero en los comentarios 😉

8 comentarios en “Las Pas y el perfeccionismo tóxico”

  1. Magnífica reflexión para personas AS. No es mi caso. Lo que me permite opinar desde fuera. Creo que puede ser un problema resoluble para quienes se sientan afectados. Digamos que la perfección absoluta no existe. Es una utopía ajena al ser humano. La virtud está en quien intenta aproximarse al máximo a lo perfecto consciente de la imposibilidad de alcanzarlo. La obcecación ante lo insalvable crea cierta frustración por el fracaso, que redunda en una agresividad que conviene reprimir para no caer en el ridículo de empeorarlo……… ¡Vaya tela! (Me parece que me he embalado más de la cuenta como si supiera algo de todo esto… sin tener ni zorra idea… Mis disculpas… Esto no volverá a suceder…. ni volveré a matar elefantes).

  2. Gracias María por transmitir el mensaje con tanta evidencia y claridad. Creo que nos benefician este tipo de explicaciones tan directas, que a mí personalmente, me hacen reaccionar y espabilar un poco. Como bien dices, no se nos puede pasar la vida por la deficiente gestión de nuestro rasgo.
    Muy interesante la verdad.
    Gracias por tu generosa aportación.
    Sonia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio